"Prisionera"
“Poco y nada a quedado, solo el remordimiento, la certeza de que podría haberse logrado algo mejor... el escape hacia la noche es mejor que nunca, la mirada perdida en el horizonte como jamás la estuvo. El pensamiento poco a poco se ha diluido, aferrado completamente a todos sus placeres, creo que he vendido mi alma, la he servido en una bandeja, pero valió la pena. "
Fueron las ultimas palabras escritas de Dante, encontradas por María, su mujer, junto al cuerpo inerte de este, víctima de una sobredosis de cocaína, no podría decirse que era una carta de despedida, pero ciertamente presagiaron el destino, a esas alturas, inevitable. Lo buscó durante días afanosamente, tenia un mal presentimiento como nunca, y se esmeró en seguir su rumbo, el que hace ya mucho tiempo, Dante había decidido separar del de ella. Cerró los ojos y lloró, intento recordar algún buen momento, pero le fue imposible, solo gritos, golpes y engaños se apoderaban de su mente, ¿porqué la búsqueda, porqué esta incesante preocupación, si para el jamás fui nada? pensó, quizás el sexo, quizás nuestros hijos, siempre me he aferrado a todo aquello que me infringe dolor, pero de el siempre fui una esclava.
Caminó alrededor de la habitación, buscando alguna señal. De lo que fuese. Sabía que de todas formas se desilusionaría aun más. A veces creía que ya no podría hacerlo, pero se sorprendía, por lo inescrupuloso que podía llegar a ser Dante. Encontró una nueva nota enrollada, que había sido utilizada para esnifar su ultima dosis de cocaina.
“Ahora que lo he perdido todo, solo una cosa lamento como ninguna, el devenir de la esperanza, el devenir de la creencia que la lucha aun vale la pena. He saltado desde un precipicio y ya no hay vuelta atrás, solo resta el júbilo de la noche, aquellas noches mas sucias, sumergidas en el fango”
María siempre tuvo la esperanza de que era amor lo que la unía a Dante, sin embargo la certeza era mas fuerte, tan solo era un sentido de pertenencia, orgullo y locura que la obligaba a poseerlo. Cerró los ojos nuevamente y recordó.
Un día María, llegó de improviso al departamento de su novio, algo que nunca acostumbraba a hacer y sabía que el odiaba. tenia una llave que ella misma habia copiado, a espaldas de Dante, que en más de una oportunidad, la golpeó por invadir sus asuntos. lo llamó a la entrada, pero este no respondió, se dirigió a su habitación lentamente, el silencio le dió cuenta de que habia cometido un gran error, esos que ella sabía que no debia cometer, pero de alguna forma u otra, simplemente se sumergía en ellos. Encontró a Dante sentado, desnudo, bebiendo una copa contemplando la cordillera. A su lado, yacía la hermana de María, también desnuda, boca abajo, durmiendo la siesta de una larga sesión de sexo. María la levantó a arañazos y puntas de pié, se armó tremenda batahola, pero Dante impávido, no se exaltó de su relajada postura, su rostro, no demostraba mas expresión que una indiferencia total, de hecho se dio tiempo, para tranquílamente, preparar una línea de cocaína e inhalarla. En unos instantes se abalanzó sobre ambas, las redujo, las ató de manos y abusó de ellas alternadamente sin que estas pudieran ofrecer resistencia alguna. Luego de unos meses, sin que este la buscara ni llamara jamás, María volvió a sus brazos rogándole que la aceptase de nuevo.
El teléfono comienza a sonar, María contesta y guarda silencio, al otro lado de la línea se oye la voz de una muchacha que repetía reiteradamente el nombre da Dante. ¿Es que no me vas a abrir?, te recuerdo que los minutos valen oro. Dice. María ya conocía la afición de Dante por las prostitutas y no le sorprendía que solicitara el servicio de alguna de ellas, pero esta se escuchaba particularmente joven, como una quinceañera y esto no era común en el. Colgó y revisó con mayor ahínco el cuarto, ¿que es lo nuevo con lo que me sorprenderás maldito?, pensaba, incluso escupió el cadáver. Luego de revolver y desordenar todo, encontró lo impensado. “amor acompáñame, siempre has sido tú” rezaba sin más un papel, ni siquiera indicaba a quien iba dirigido, pero para ella ya nada importó, nada la convencería de que aquella nota no era para ella, ni siquiera la larga evidencia de la experiencia, sin pensarlo degolló sus venas, se acurrucó en una esquina, y fue en busca del eterno rechazo.