no he conocido mas lamentos que el silencio de los nichos.
El llanto del niño perdido, que ignora el abandono.
Es la mente ausente, la que jamás toca la filosa roca del fondo,
catacumbea dando tumbos en su balsa de estiércol,
navega mas allá del reflujo mañoso del viento,
llegando al nacimiento del mismo chubasco.
es ahí donde el hombre quizás deja escapar una lágrima
y se disuelve en paisajes furiosos y se alimenta de ellos
para llegar cantando a tierra de bohemios y ninfas sepulteras.