domingo, 11 de julio de 2010

Lectura

Cuando la poeta me llamó, quedé inmóvil,
con las neuronas muertas.
Me tomó de la mano y de un tirón,
me subió al escenario como una pluma.
Comenzó a gemir y a insinuar que bajaba sus pantalones,
un amague hermosos que todos apoyaban
con gritos insolentes que instaban a violarla
y a ella, dejarse violar.
Aturdido ante la instancia,
solo tengo la ocurrencia
de acariciarla y besarla tiernamente,
tomar su cintura
como si fuese el perfume de la rosa perfecta,
representante de todos los mitos que dan origen a la belleza.
El público a escupitajos mostraba su repudio.


"Los babuinos se mean para demostrar afecto,
se cagan para un te amo,
y se cortan un testículo para pedir perdón"


La poetisa intenta morderme el pene,
se clava un tenedor en la frente
y escapa del lugar atravesando una ventana.
Espero verla en la próxima lectura.









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